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Saltan las alertas, en las últimas décadas el tiempo que los niños pasan al aire libre no ha hecho más que menguar mientras que los problemas de obesidad, trastornos de atención varios o la ansiedad infantil no dejan de aumentar.

Son varias las causas que nos han llevado a la situación presente, en que nuestros hijos pasan la mayor parte del tiempo con un techo sobre su cabeza. Por un lado, el tráfico actual nada tiene que ver con el de nuestra infancia y son muy pocos los niños que hoy en día pueden jugar en la calle. Por otro lado, las zonas urbanas han crecido sin medida y cada vez es más difícil el acceso a la naturaleza. Por último (y no menos importante), las madres y padres nos hemos vuelto un poco paranoicos por la seguridad sobreprotectores con nuestros hijos y se nos hace difícil correr riesgos como dejar que nuestra hija se suba a lo más alto de un árbol.


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Son numerosos los estudios que describen los beneficios del contacto con la naturaleza en relación a la salud y el bienestar de los niños, podéis leer algunos (en inglés) aquí, aquí, aquí o aquí. ¿Porqué en inglés? Imagino que por deformación profesional prefiero usar referencias con una base científica detrás (y un montón de referencias cruzadas). Pero no os preocupéis, yo resumo. Se dan beneficios en dos esferas:

  • Beneficios físicos: jugar o pasear por la naturaleza son quehaceres activos, dónde prima el movimiento y la actividad física y, por ello, reducen el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, de sufrir obesidad…
  • Beneficios psicológicos y cognitivos: los paisajes, la mejor calidad del aire… El contacto con la naturaleza genera un sentimiento de libertad, independencia y pertenencia que ayuda después a lidiar mejor con situaciones de estrés, a manejar mejor las frustraciones, a reducir la fatiga mental…

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El estar en la naturaleza incita el juego libre, a darle a la imaginación, a crear y a explorar. Actividades que ayudan a su vez a fomentar la autonomía, el autodescubrimiento y la autoregulación: a que nuestros hijos pongan a prueba sus límites y aprendan a valorar riesgos, tomando conciencia de sus propios cuerpos.

En cambio, la falta de juego libre (libre = no estructurado y dirigido por el niño) contribuye a un menor control de sentimientos, emociones y frustraciones, a un aumento de aislamiento social y a menores niveles de felicidad.

Por otra parte, se ha demostrado que los ambientes naturales presentan gran cantidad de estímulos sensoriales que contribuyen a mejorar las habilidades de resolución de problemas, resilencia y pensamiento creativo.

Además, las excursiones como actividad familiar facilitan la conexión entre padres e hijos y si nos unimos a un centro excursionista o vamos con un grupo de amigos, facilitaremos también las interacciones sociales con iguales y con adultos, favoreciendo las habilidades interpersonales.

Pero no se acaba aquí, la conexión emocional con la naturaleza supone un gran avance en cuanto a preservación del patrimonio natural se refiere. Puede que yo sola (o tu sola) no pueda cambiar el mundo en diez minutos pero en nuestras manos está el sembrar la semilla del cambio y empezar por valorar y respetar el medio ambiente me parece muy adecuado.

¿Y que decir de los ritmos? Que levante la mano quien viva acelerada… ¿todas? Trabajo, colegios, casa, compras, recados y compromisos varios, nos movemos a través de nuestros días sin tiempo para parar y mirar alrededor. Y nuestros pequeños lo mismo… Estar al aire libre y ver la naturaleza alrededor nos ayuda a desacelerar. Nuestros ritmos son muy rápidos pero la naturaleza siempre se toma su tiempo, después del verano siempre va el otoño.

Por todo esto e imagino que por algo de deformación professional (soy bióloga), me lanzo a haceros una propuesta: recuperemos juntas el tiempo al aire libre. Redescubramos la naturaleza en familia.

Porqué todos queremos darles lo mejor a nuestros hijos, una buena educación, una buena alimentación… ¿por qué no aprovechar todos los beneficios que el contacto con la naturaleza nos proporciona?

Y como acabamos de entrar en el otoño y pronto será invierno y lloverá y nevará y hará un frío que pelará, os lanzo un reto: os voy a ir proponiendo actividades que nos animen a salir con nieve, lluvia o sol ardiente. Cómo os acabo de explicar, dejar jugar libremente a nuestros hijos en la naturaleza es crucial, pero tener también una propuesta a realizar nos ayuda a tener una mayor conexión con nuestro entorno, a aprender alguna cosilla nueva y, para qué negarlo, los retos siempre ayudan a tener algo más de fuerza de voluntad.

Si no tenéis forma de llegar a una gran zona verde, no os desaniméis. No hace falta ir a los Pirineos para tener contacto con la Naturaleza, a veces con salir al balcón y observar los distintos tipos de insectos que pueblan el geranio de la abuela puede ser suficiente pero si podéis, os animo a que os lo toméis como una invitación para descubrir nuevos lugares.

¿Te animas? Mi primera propuesta consiste en recolectar y prensar flores y hojas y te he preparado un tutorial para que no te de nada de respeto. Clica aquí o sobre la imagen para verlo.

Hasta comparto un vídeo de una de nuestras excursiones. Es mi primer vídeo, ¡a ver qué te parece!

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